Una cosa llevó a la otra. Tercer número de Diario Colectivo.
Una newsletter literaria que encuentra su existencia entre el caos y la estructura, de autoría colectiva, editado por Mer Cosco.
Montevideo, diciembre de 2024
¿Cómo llegué hasta acá? ¿Qué fue primero: aquello que, efectivamente, pasó - lo real, lo concreto - o la historia que construí alrededor de lo fáctico?
Le cadavre exquis boira le vin nouveau (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo).
Este número, nuestro número de fin de año, parte de un experimento creativo: la cadena de creaciones. Hace tiempo que en los talleres venimos reversionando de distintas maneras una técnica nacida del movimiento surrealista hace más de 100 años: el cadáver exquisito. Esta técnica, cuyo nombre proviene de un texto colectivo que contenía la frase citada arriba, busca activar la inteligencia colectiva a través de la asociación libre de ideas, la rapidez de pensamiento y una escritura que avanza sin detenerse a racionalizar demasiado.
En su versión original, se elige un estímulo inicial –una oración, por ejemplo– y una persona comienza a escribir de forma espontánea, sin pausas. Luego de un lapso de tiempo, el texto pasa a la siguiente persona, quien solo puede leer la última línea de lo escrito antes de ponerse a escribir, y así sucesivamente.
El cadáver exquisito surge como una respuesta a un mundo cada vez más dominado por la lógica y la razón, cada vez más escindido del deseo como fuerza vital. El surrealismo, como movimiento artístico de contracultura, como vanguardia, se posicionó en contra de un arte que parecía volverse pacato, hundiéndose en las convenciones sociales. Profundamente influenciados por el auge del psicoanálisis, los surrealistas resistían recurriendo al caos, los sueños, la intuición, lo imprevisible y lo no filtrado.
En este caso, de ahí partió la inspiración, pero la dinámica fue distinta: en una carpeta, cada persona cargó textos, fotografías e ilustraciones que consideraba potenciales activadores de ideas para otrxs. A partir de allí, cada quien se inspiró y creó en formato libre - en foto, en dibujo, en texto - a partir de algo contenido en ese espacio compartido.
Puede que haya algo, sí, en pensar las ideas –y los textos– como semillas: podemos ponerlas en tierra, regarlas, observar cómo crecen, identificar lo que necesitan para echar raíces fuertes. Y luego, ver qué ocurre al trasplantar un esqueje, observar cómo toma para otros lados, evidenciando que lo especial está ahí en la singularidad de su recorrido.
Este año fui consciente muchas veces de cómo la escritura estaba siendo espejo de la relación conmigo misma. Escribir, al menos para mí, es paciencia y es confiar en el tiempo. Es un balance finísimo entre razón e intuición, las palabras son esfuerzo intelectual pero no conviene que este proceso se vuelva muy rígido, tan hipervigilante que impida la continuidad de la escritura. Hay un vínculo que no siempre siento armonioso. Hay días, esos días, en donde siento un cerebro muy cansado de todavía vivir de a ratos proyectándose a lo siguiente, atrapado en su propio miedo a un futuro sin dudas mucho peor, una tensión que vuelve muy difícil escribir sin cargar cada oración con la responsabilidad de definir qué tanto merece una, simplemente, hacerlo.
Pero hay otros, otros como hoy, otros como la mayor parte de los días de ahora y de los días por venir - me hago cargo de lo que puedo para que así sea -, en que las cosas son las cosas, en las que espero, escucho, doy aire, agrego la capa de pensamiento necesaria. Esos días sí puedo escribir, esos días me siento capaz de atravesar la herida con acción y no con teoría. Ahí, siento placer.
Ser estímulo y recibir estímulo, dejarse permear sin perderse.
Sin más: van las creaciones,
M.
Cristina Peri Rossi ya le dio el nombre: Arqueología Amorosa x Malena Martínez
El fuego arde pero no quema,
me voy a dormir inventando poemas que no voy a escribir.
El día no avanza o se me escapa,
el orden se esconde.
Se esconde pero hace ruido, me chista, me susurra para que lo encuentre.
Juega mejor que yo,
se mueve con sus piernas largas y silueta delgada, figura oscura.
El fuego arde pero no quema.
Y no lo entiendo.
Qué secuencia sin sentido,
¿pero qué más podría esperarse?
El fuego arde pero no quema,
me avergüenzan esos instintos que salen desde dentro.
La voz melódica de la chica del parlante, la remera negra semi enrollada, el aire limpio, la luz de la noche rebotando en las paredes.
Las piernas cruzadas en el respaldo del sillón como si temieran escaparse y la poesía en todo lo que se ve cuando recién se abren los ojos.
13 de noviembre de 2024 x Maximiliano Pérez
La caja de hongos dice que de ese mismo sustrato pueden crecer dos y hasta tres cosechas. Yo acabo de cortar la primera y rocío un poco la superficie con la esperanza de que se cumpla lo predicado en el empaque de cartón. Rociar es como regar pero con cariño, sin dejar huella, sin que el peso del agua violente la superficie alimentada. No creo que vuelva a crecer, pero a diferencia de en otros ámbitos, no me cuesta nada intentarlo. Mientras el pss pss del rociador cae lentamente y humedece todo, me acuerdo que tengo otras plantas que regar. Algunas me avisan con tiempo, me mandan un mensaje en la semana, me preguntan por el finde, por los próximos estudios, por los pasados. Esas casi que se riegan solas. Otras son más difíciles de mantener: si no las riego yo, no avisan ni hacen nada por llamar la atención, se dejan morir y a mí con ellas. Otras, las más fáciles, no sé cómo actúan si no las riego, porque la verdad es que nunca me olvidé de ellas ni siquiera un día. A esas las veo seguido, hablo todos los días y siempre están verdes y llenas de vida. Me pregunto con qué tipo de planta podré vincular el sustrato de los hongos. ¿Será que se cuidará solo y me mostrará progreso? ¿Será que ya estará muerto y todos mis esfuerzos -si es que hay esfuerzos- serán en vano? Por las dudas, rocío un poco más de agua antes de sentarme.
Jardín x Luisina Abreu
Cebaste un mate perfecto, apoyaste la bombilla mínima en tu labio inferior y la chupaste con esmero, mirándome fijo, alargando el momento con aires de provocación de infante. Te dije que parecía que la bombillita se hubiese perdido en el jardín de tu boca y corrí lejos por si las dudas.
Boca-jardín que brota para todos lados. Boca-portal a universos estridentes. Boca-casodeestudio, imponente como lo del caniche que cayó de un decimotercer piso generando un accidente múltiple, en espiral, y que usan de ejemplo en la facultad de derecho cuando estudian la figura de homicidio culposo. Me lo explicaste con fascinación: el caniche había quedado encerrado solo en el balcón de un piso 13 y jugando, se cayó por el espacio entre las rejas y fue a caer arriba de una mujer y la mató. Una señora que caminaba por la vereda de enfrente y vio la escena, cruzó corriendo la calle para ayudar y no miró a los costados, un bondi la pasó por arriba y también murió. Un tipo que presenció la imagen entera, sufrió un paro cardíaco por la impresión y horas después falleció en un hospital. El perro no sobrevivió, claro está. El asunto salió publicado en diarios y revistas de todo el mundo, la incredulidad era absoluta, la culpa de todo fue del dueño del caniche, sentenciaron, - alguien siempre tiene la culpa - .
Una boca de esas:
un jardín,
un enchastre,
una tapa de revista,
un accidente en cadena
Si mi vida fuera un jardincito x Avril Adano
Si mi vida fuera un jardincito y yo fuera la jardinera; y si en ese jardincito que es mi vida, las flores fueran las cosas lindas que tengo, y el agua fuera la energía que tengo para cuidarlas, vos serías… no voy a decir una yerba mala, porque nadie aprecia a los yuyos. Los yuyos no tienen valor. Son indeseados e indeseables.
Vos serías esas florcitas silvestres ocasionales que brotan una noche de imprevisto y te inundan todo el jardín. Son tan hermosas que te sorprenden, te cautivan. Vienen sin avisar y, mientras están, opacan a todas las demás flores. En esos días solo tengo ojos para las florcitas silvestres. Me olvido de los hibiscos y de los jazmines del país y de las azaleas y de los pensamientos. Las florcitas silvestres me deslumbran más que todas ellas.
Pero un día, también sin aviso, las florcitas silvestres se van. Se marchitan. Un día te despertás y no están más. Las extrañás por un tiempo y después te olvidás de ellas. Mientras no están, volvés a cuidar a tus hibiscos y a tus jazmines del país y a tus azaleas y a tus pensamientos. Pero un día, cuando menos te lo esperás, las florecitas silvestres vuelven a nacer. El ciclo se repite.
Me pregunto si no es hora de podar todo mi jardín y de empezar de nuevo.
Me pregunto si a mi nuevo jardín vendrán las florcitas silvestres.
Si vienen, voy a descuidar a mis otras flores.
Pero si no vienen… cómo las voy a extrañar.
Si no vienen, mi jardín no va a ser igual.
Espuma x Emilia López
Estoy sentada pero parece que camino.
Es raro. Caminar con peso a veces me es más fácil. Peso, como el de las mochilas cuando se arranca una caminata, con mucha agua. Agua no - tomada.
Ahora camino sin agua y me siento extraña. Me paro - me muevo - me vuelvo a sentar.
Me encuentro con un nombre más corto aún que el nombre anterior. Más fresco de lo que nunca fue el nombre anterior. Fresco como las glicinas que un día me colgaron de los rulos en la fiesta de la primavera. Recuerdo toda la escena: antes del mediodía, en el jardín de mi casa del Prado, mi mamá cortando unos ramitos, yo con un vestido blanco y guillerminas esperando que me abroche, las glicinas y las guillerminas.
Trato de mantenerme en ese estado pero quizás me gusten los accidentes múltiples, los desastres, los enchastres. Quizás más que estar segura que la comida de mi padre tiene gusto a cardamomo.
Hoy vi a una señora arrastrando un bastón y me angustió y ahora sigo sentada, creyendo que camino. Me cae una ceniza de papel en la mano. Delicada, lo más delicado que vi en mi vida. Con los dedos de mi otra mano la desarmo. Me cae otra, en el mismo lugar. La vuelvo a hacer polvo microscópico de ceniza.
El agua no - tomada es buena. Hoy quiero dar un beso y espiar una boca y por eso estoy segura que no soy solo espuma.
Imagen x Lucía Blánquez
Esa noche me iba a costar mucho dormir. A eso de las cuatro de la mañana iba a empezar a llover torrencialmente desatando la tan ansiada tormenta que esperábamos en la ciudad hacía días. Iba a dejar de llover un par de horas después y en ese momento me iba a levantar para ir al baño.
Me iba a mirar al espejo y no reconocería mi imagen en él.
Gracias por llegar hasta acá.
Diario Colectivo
3er número
Curaduría y edición: Mercedes Cosco
Sobre este número
Ilustración: Silvina Font
Video: Fotografías de María José Casacó
Fotografía: Autorretrato por Valentina Cardozo
Textos (en orden de aparición): Maximiliano Pérez, Malena Martínez, Luisina Abreu, Avril Adano, Emilia López, Lucía Blánquez.